Confiar en lo imposible
Asistimos, con la entrada en la pubertad del siglo XXI, a la mayor crisis de confianza que se tenga noticia, no tanto por la expectativa catastrófica que despierta en muchos. Sabemos, de una manera u otra, que en toda crisis suele verse bascular el estado de ánimo y con bastante frecuencia hacia lo peor. Bien en la intimidad de cada sujeto, como en lo colectivo, pueden constatarse sus efectos angustiantes. Pero esta no es la novedad.
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